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Hoy, cada vez más son los hombres que desean ser parte de todas las etapas del embarazo y de la crianza de sus hijos. Por eso, aumentan también los que participan de talleres en los que les enseñan a cultivar esa sensibilidad.
Hasta hace pocos años, el proceso del embarazo y el parto eran un privilegio femenino. De un tiempo a esta parte, sin embargo, los hombres se involucran en la espera de su hijo desde que es concebido lo que contribuye a desarrollar el vínculo afectivo del apego desde antes del nacimiento.
Esta relación padre e hijo o hija comienza en el embarazo y se acrecienta en los primeros meses de vida del bebé. Se inicia acompañando a la madre en los controles y ecografías, participando activamente de talleres de padres, hablando y estimulando al niño cuando aún está en el útero.
El apego paterno no sólo fortalece la relación padre e hijo. Contribuye además a manejar los conflictos de pareja mediante la delegación y flexibilización de roles, permitiéndole a la madre espacios de descanso y recreación cuando el padre se hace cargo del recién nacido.
Base biológica: la presencia del padre en trabajo de parto y el parto mismo estimulan hormonas que favorecen el apego con su hijo, como la oxitocina, que le hacen sentir ternura y deseos de cuidar a su hijo.
Seguridad: un apego seguro le transmite confianza y seguridad al niño cuando éste manifieste angustia o necesita ser contenido. Ello lo prepara para enfrentar problemas y regular sus emociones a futuro.
Herramienta protectora: a través del apego, tanto la madre como el padre identifican las necesidades de su hijo y van construyendo patrones vinculares sanos. “Cuando un hijo ha sido criado con cariño, se le ha respetado, se han identificado y respondido a sus necesidades, es un niño que será más feliz, más pleno y tendrá menos posibilidades de tener problemas sociales cuando crezca”.